Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

miércoles, 4 de agosto de 2010

Una canción que me hizo llorar


Por Elsie Carbó

Escuché una parodia a las Brigadas Conrado Benítez, aquellas que llevaron la alfabetización a muchos sitios de Cuba, y de las que la juventud de los sesenta formó parte desde San Antonio a Maisí, pero por más que he querido pasar por alto mi estupor ante la agreste cancioncilla, aún sus obscenidades escandalizan mis sentidos y me ha dejado un extraño dolor en el alma ver cómo pierden valor aquellas cosas que en otra época inspiraron a una generación.

Fue una joven estudiante la que me dijo que esa “música” la tienen grabada “casi todos” en sus celulares, de lo cual intuyo que me he perdido unas cuantas cosas al estar de espaldas a la moda actual e ignorante de las imitaciones musicales en móviles y demás dispositivos contemporáneos, que hoy mandan en la vida de la juventud.

Soy de aquella generación que alfabetizó en las montañas del Escambray. Una medalla, un farol y muchos recuerdos me acompañarán para toda la vida, junto a la imagen del viejo Pablo Muñoz y sus lápices llenos de tierra recién arada en el surco, como él, sus bueyes y sus olores a maíz tierno impregnando el bohío al amanecer y el vetusto radio de pilas donde sonaba constantemente la marcha de los brigadistas Conrado Benítez.

No era más que eso en el corazón y mis 16 transgresores y encrespados años. Pablo aprendió en breve a poner su nombre. Había pasado más de sesenta años sin saber escribirlo y no desperdició aquella oportunidad que le dio la vida. También pudo leer los títulos de los libros, las cartas de su familia o los letreros en las calles del pueblo.

Creo que desde donde esté estará agradecido. Por eso me sentí agredida al escuchar la parodia en el celular vecino pero no pude hacer otra cosa que voltear la espalda y marcharme. El hombre que en la guagua me preguntó “si me encontraba bien”, nunca se imaginaría que fue una simple cancioncita la culpable de que me pusiera a llorar.